miércoles, 12 de junio de 2024

La magia del dibujo inacabado



Durante mucho tiempo he seguido una norma no escrita en lo referente a la producción de dibujos. Cuándo iniciaba una ilustración no daba el proceso por finalizado hasta que estaba completamente acabada. Es decir, debía acabar todos los detalles, el entintado y el color en el caso de los dibujos a color.

Este nivel de exigencia tiene una justificación cuándo se trata de un proyecto o un encargo donde está claramente definido el resultado final pero cuándo se está dibujando simplemente para explorar o pasar un buen rato no tiene ningún sentido empecinarse en dejar la obra totalmente acabada. Todo lo contrario, en el  momento que un dibujo cumple de su función dentro del proceso de descubrimiento, investigación o simplemente gozo, no debemos tener ningún tipo de problema en abandonarlo y dejarlo inacabado.

Cuándo estamos hablando de un garabato, un boceto o un simple ejercicio tan pronto como sintamos que ha cumplido su misión lo mejor es dejarlo y pasar al siguiente. Aparte de la efectividad de esta práctica se añade la innegable belleza que en numerosas ocasiones tiene un dibujo inacabado, al menos un dibujo "bien inacabado". La sutileza y fragilidad que inspira dejándonos ver las costuras de sus cimientos en las líneas del proceso le dan una magia que supera muchas veces las de la obra completada.

Desde que empecé a cambiar mi actitud y decidí dejar dibujos inacabados en mis cuadernos de bocetos cuando sentía que el propio dibujo me lo pedía he obtenido resultados que me resultan francamente interesantes y cuya belleza quizá en el pasado me pasó inadvertida. Así que no tengamos ningún reparo en abrir la puerta a la magia del dibujo inacabado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario